Marcelo Tinelli no está al aire y sin embargo, ayer se hizo oír en la televisión. No precisó visitar ningún programa ni recibir un móvil. Ni siquiera tuvo que dar una nota telefónica. Le bastó con manifestar en Twitter su disconformidad con el cambio de horario de los partidos de fútbol para que su opinión saltara de inmediato de la red social a la tele.
¿Se puede hacer televisión sin Twitter?, me pregunté anoche mientras “Intratables” (América) abría su emisión con la leyenda “Tinelli furioso”, escrita en una pantalla gigante donde se veía la imagen de Marcelo. “Polémicos mensajes del conductor. Tinelli descargó su furia en Twitter”, rezaba el videograph al tiempo que los panelistas analizaban todos y cada uno de los tuits de la cuenta @cuervotinelli. El ciclo de Santiago Del Moro es sólo una muestra de la repercusión que tuvo en la TV lo que Marcelo expresó en Twitter, a sabiendas de que, hoy por hoy, lo que se escribe allí tiene eco en la televisión. Y no sólo en tele: también en los diarios, las revistas y las radios. ¿Se puede hacer televisión sin Twitter? ¿Se puede hacer radio o gráfica sin Twitter?
Alguien estará pensando que el caso de Tinelli es especial. Que dada su enorme popularidad, todo lo que él diga rebotará en la tele, incluso si lo dijera a través de un megáfono en la puerta de su casa. Y es cierto. Pero vamos a otro ejemplo, también de anoche, protagonizado por alguien mucho menos conocido que Tinelli. Me refiero al productor Luciano Olivera: él saltó de Twitter a “Telenoche” (El Trece). Fue así. Hincha de Independiente, Luciano está experimentando la misma preocupación que todos los de su club frente al riesgo del descenso. Para colmo, su pasión por Independiente está unida al recuerdo de la vida y la muerte de su papá, Rodolfo, fallecido en 1982. Con los sentimientos en estado de ebullición, Luciano tenía dos opciones: expresarlos o llorarlos. Optó por contarlos. Escribió un texto titulado “Aspirinas y caramelos”. Lo publicó en su blog (Hombredecampo.tumblr.com) y subió el link a Twitter, desde su cuenta @oliveraluciano, para compartirlo con sus seguidores. Fue un tsunami. Un tsunami de repercusiones, que empezó en la red social, siguió en las radios, los diarios online (Clarín lo publicó aquí: La emotiva carta de un hincha de Independiente que circula por la web) y anoche, llegó a la tele. Con una magnífica edición de imágenes del Rojo, “Telenoche” se hizo eco de “Aspirinas y caramelos”.
Entonces, empezó la retroalimentación: en Twitter estallaron las manifestaciones de alegría al ver en la televisión lo que los tuiteros habíamos compartido en la red social, emocionados, apenas Luciano subió el link. Teníamos la sensación de que la tele había hecho justicia con un texto magnífico y una historia que merecía ser contada. Era la una de la mañana de hoy cuando @oliveraluciano nos contó a los tuiteros cómo se sentía tras el tsunami que lo arrastró desde Twitter al prime time de la TV. Lo dijo en la brevedad de 134 caracteres conmovedores: “Fue un día muy intenso. Gracias a todos por la inmensa cantidad de cariño. Mi viejo debe estar muy orgulloso en el cielo de los ateos”.
Luciano Olivera no es el único menos famoso que Tinelli que dio el salto de Twitter a la TV. Basta recordar el caso de Carolina Ortega (@ComandoCarolita para los tuiteros), la chica que una madrugada nos hechizó, tuit tras tuit, con el relato catártico de lo que acababa de vivir: tomó un taxi al azar y el conductor resultó ser su padre, a quien le había perdido el rastro 30 años antes. Lo que en su momento fue una experiencia personal compartida con un grupito de tuiteros noctámbulos llevó a Carolina a recorrer numerosos programas de televisión, interesados en su historia.
Parecería que Twitter está marcándoles la agenda a los medios tradicionales, la televisión incluida. Y que el camino es de ida y vuelta, porque la red social se hace eco de la repercusión televisiva de los tuits. Algo está cambiando en el mundo de las comunicaciones. Nadie sabe a ciencia cierta cómo funciona, dónde empieza ni cómo seguirá. Se construye día a día. Se aprende con el método del ensayo-error. No hay receta ni manual. No hay catedráticos. Nadie es dueño de la pelota. Somos todos ciudadanos del siglo XXI explorando un nuevo modo de comunicarnos. Y, ¿saben qué? La experiencia es apasionante.
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